Desde siempre, he conocido personas que dicen roncharse ante determinadas situaciones. Personas que reaccionan ante las palabras o los actos que no les gustan argumentando que se están llenando de erupciones. Yo no sé si esto será verdad. Nunca he visto este tipo de marcas, aunque sí que he presenciado cómo alguien se rascaba o directamente se rasgaba la piel de manera sistemática, provocándose a sí mismo arañazos varios que, después, picaron de verdad. No sé si entiendo esta afición del ser humano por fingir que le ocurre algo. Sí que entiendo, por otra parte, el uso de la metáfora. Creo que es un arte. Las metáforas ayudan a construir el mundo, a explicarlo, a pensarlo y a pensar con él. Son, a veces, un oasis entre tanto mensaje contradictorio. Sin embargo, con todo arte hay que tener cuidado, porque es muy fácil confundir la ficción con la realidad. Y no debemos olvidar que, en el arte y en la metáfora, se potencian determinadas cosas para que el resultado sea ilustrativo o totalmente disuasorio. Y a veces terminamos desencadenando un efecto dominó que resulta destructivo: exteriorizamos la metáfora y la llevamos más allá de lo que simplemente es, una forma de explicar algo. La hacemos realidad. Y cuando decimos tener ronchas, nos rascamos. Y convertimos el picor interior en arañazos tangibles. Y somos incapaces de pensar sin añadir al pensamiento este elemento, los surcos de las uñas.
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Murakami: "Las metáforas ayudan a eliminar lo que nos separa". |
Yo me rascaba, dándole vueltas una y otra vez a la oración. Al final, terminé arañándome un poco. Me arrepentí de haber usado la metáfora de las ronchas y de haber abogado por rascarme en un acto de humor o de simple complacencia, de haber omitido que lo que realmente me dolía era el alma por ser más empática que las personas que pueden evitar estas situaciones.

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¿Qué puedo decirte, entonces, de la sonrisa del Presidente? Casi parece un título de libro o de película, un sintagma de ficción. Y es que a veces me pregunto si no viviremos en una de esas metáforas que, a fuerza de ser dichas, terminan recayendo sobre la realidad. Metáforas psicosomáticas, las llamaría. ¿Qué puedo decirte? Pues, simplemente, que Rajoy sonrió ante una pregunta sobre las cuchillas en la valla de Melilla. Que elevó las comisuras de los labios, ejerció la "acción y efecto de sonreír", se rió levemente y, también levemente, celebró algo con risa, manifestó un leve regocijo, hizo una leve burla o zumba, consideró la pregunta levemente deleitable, despreció levemente o hizo un leve caso omiso de algo o alguien, o ha empezado levemente a romperse. Al menos esto es lo que con su gesto me muestra, lo que debe evidenciar una sonrisa según el diccionario aunque, a mi juicio, falten definiciones. Al menos esto es lo que ha dejado ver a millones de españoles. Y qué decir de los africanos, quienes sí que se habrán ronchado ante este amago de omisión. Qué decir. Lo único que puedo articular hoy, con los dedos en formación de tenedor, es que se ha perdido el amor al ser humano y hemos dejado que nos dividan, que nos moldeen, que nos hagan tener que elegir entre vivir mal o rasgarnos las extremidades. No a mí, pero pertenezco a una especie y me identifico con ella, y no voy a aferrarme a principios y fronteras que hemos impuesto para justificar violencia indirecta. Porque díganme, señores representantes de mi voluntad: ¿para qué se inventó la cuchilla, el concepto de cuchilla, si no es para cortar? ¿Para dar miedo? ¿Para persuadir? ¿Para alejar a personas de personas? Eso son, créanme, simples metáforas psicosomáticas. Y yo no voy a aceptarlas. No voy a aceptar las consecuencias de una verdad íntegra. No voy a aceptar el miedo como elemento persuasor, y mucho menos si este miedo representa sangre. Porque al final, no nos diferenciamos tanto de quienes han ejercido la cultura del miedo. Y, de la misma forma que una sonrisa es una sonrisa y no una metáfora, una cuchilla es una cuchilla. Y me da igual quien las pusiera, o que tengan que salvaguardar la seguridad del país. No voy a entrar en eso. Simplemente me pregunto cómo algo hecho para hacer daño puede significar seguridad. Y también cómo alguien puede sonreír por ello.
Creo que, después de todo, tengo una roncha. Perdona, Loly, por cuestionar tus erupciones.
Una vez más, magnífica reflexión que comparto de principio a fin.... oye una cosa, no será peligroso escribir aquí lo que pienso teniendo en cuenta la ley que se avecina??? Vuelve la censura, pero hasta entonces......
ResponderEliminarUna cabeza tan bien amueblada como la tuya puede cuestionar lo que quiera.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!